Cuanta retranca viviendo entre las letras...
y empieza la función:
Allá por… Dios sabe dónde...
encontré el lugar del
que no se quería acordar Miguel de Cervantes y descubrí que no había quijotes,
todos eran sanchos trajinando (rebañando) los platos y trasegando (apurando)
los vasos.
“Bendita locura”
Pensaba irse al manicomio
y le cayó una gota de juicio:
mejor cabalgar entre cuerdos
que morir a cachos entre locos.
Genio le proclaman aunque se rían
por envidia más que por malicia
que su libertad es una y la de ellos
vaya a saber donde se la dejaron.
La carretera era secundaria,
bacheada y badeneada.
Discurrían sus curvas bordeando
el perfecto orden desordenado
de viñas, olivos, almendros y cereales
que conviven en armonía mezclando
verdes, dorados, ocres y algún cenizo
acicalando la caída de los oteros calizos.
Las piedras de la plaza eran calizas
apatinadas y lamidas, muchas heridas
del tiempo y de la sandez humana.
El suelo también era de piedra que,
me pareció, desentonaba por nueva.
Iglesia, soportales y ayuntamiento.
Ellos tan quietos y nosotros de paseo
perdiendo el tiempo buscándonos
por los llanos que en los cerros
ya nos conocemos. Ellos tan quietos
y todo tan claro que me gustaría tener
esa mirada suya que no mira nada.
MASL