Aguas entre cipreses os llevan a noviembre
mas a mí, no me llevan, me traen a las calles
del final de las tardes de los otoños que arden
lentos en las esquinas del palacio sin hadas
resguardando del frío, dentro de la zamarra,
las palabras amadas y la cara mojada
por las gotas de lluvia caídas de las ramas
de cipreses con alma noble y hospitalaria,
capital milenaria donde todos quisieron
ser los eternos dueños del misterio del Cielo.
Cruzando al otro lado, las cuestas del camino
suben donde la historia meditaba do acaba
lo nacido sin tiempo que medir en el mundo
y del agua caída para que se haga barro
el camino que andarán pies desnudos del alba;
una estrella en el cerro destella la derrota
a seguir por las almas cuando entierren su polvo
en polvo del que vinó con escaso sentido
para vivir la vida sin olvidar la letra
de la canción del barco por aguas agridulces.
Y en el orbe escucharon tu docta filosofia
candela en la negrura de la era de las dudas,
colorines trinando por el puente romano,
Paris vale una misa, la tuya mozarabe
declaman los ángeles aclamados por gente
sencilla de las villas levantadas allende
de las aguas saladas donde acaba la tierra
de clásicas recetas. Por tus bolos pasaron
calzados imperiales y sangrantes promesas
y tus piedras marcadas por "gamberros" con savia.
Leyendas sin las cuales sólo serian poetas
y con ellas geniales maestros de las almas
domando las palabras que nadie antes miraba.
Al pie de las cadenas se prometen condenas
y desde la otra orilla mira el diablo sin rabo
con sonrisa burlona que mientras en su venta
se acomoda le roba la entraña a una pena
nueva por ser primera de lo que no se lleva
por dictado ignorante de modas pasajeras;
notas de clavicordio, guitarra de dos aguas
suenan al unísono desde el Valle a la Vega,
del castillo al rastrillo, de la rosa a Bisagra;
quién se llama tu dueña, soberana en tus tierras,
gallardete que en ti es por dominar tu saber
el que vieron ayer los que subieron tus cuestas
bebiendo del amargor de no saber sentirlo
por medir sin pasión el latir del corazón
que, aunque no sepan tienen en el pecho, les grita;
pero qué más te cuento que pienses que no es cuento,
lo que crees es el cielo está pegado al suelo.
MASL
noviembre 2018