A las cinco de la tarde
el toro impuso su ley:
Sangre y despojo en la arena del coso.
En la sombra de los pinos
resonaron los malditos sonidos
y los versos quedaron huérfanos de su rima
entre las púas inertes
y la soledad muda de la tierra.
Eran las cinco de la tarde cuando
el calor de la fiesta
se hizo frío de muerte.
Eran las cinco de la madrugada
y las campanas de las torres aún se callan.
MASL
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